EL SEGUNDO SEXO by SIMONE DE BEAVOIR

EL SEGUNDO SEXO by SIMONE DE BEAVOIR

autor:SIMONE DE BEAVOIR
La lengua: eng
Format: epub


(1) Todavía en nuestros días, la pretensión de la mujer al placer suscita cóleras masculinas; un documento sorprendente sobre este punto es el opúsculo del doctor Grémillon titulado La vérité sur l'orgasme vénérien de la femme. El prefacio nos informa de que el autor, héroe de la guerra de 1914-1918, que salvó la vida de cincuenta y cuatro prisioneros alemanes, es hombre de la más elevada moralidad. Hace un ataque violento de la obra de Stekel: La femme frigide, declarando entre otras cosas: «La mujer normal, la buena ponedora, no tiene orgasmo venéreo. Son numerosas las madres (y las mejores) que jamás han experimentado el espasmo mirífico... Las zonas erógenas, por lo general latentes, no son naturales, sino artificiales. Su adquisición es motivo de orgullo, pero se trata de estigmas de decadencia... Decidle todo esto al libertino; no lo tomará en consideración. El quiere que su compañera de liviandad tenga un orgasmo venéreo, y lo tendrá. Si no existe, se lo hará nacer. La mujer moderna quiere que la hagan vibrar. Nosotros le replicamos: “Señora, no tenemos tiempo, y la higiene nos lo 214

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prohibe...” El creador de zonas erógenas trabaja contra sí mismo: crea mujeres insaciables. La mujer lasciva puede agotar a innumerables maridos sin fatigarse... La mujer a quien se le han despertado las zonas erógenas se convierte en una mujer nueva, a veces terrible, que puede llegar hasta el crimen... No habría neurosis, ni psicosis, si se llegase a la persuasión de que

“hacer la bestia de dos espaldas” es un acto tan indiferente como el comer, orinar, defecar, dormir...»

Es lo que, con encantador cinismo, expresa Montaigne:

De modo que es una especie de incesto ir a emplear en ese parentesco venerable y sagrado los esfuerzos y las extravagancias de la licencia amorosa; dice Aristóteles que hay que «tocar prudente y severamente a la mujer, para que un cosquilleo demasiado lascivo no le cause un placer que la haga salir de los goznes de la razón...» Yo no veo matrimonios que fracasen antes y se embrollen más prestamente que aquellos que se encaminan por la belleza y los deseos amorosos: hacen falta fundamentos más sólidos y constantes y marchar con pies de plomo; esa brillante alegría no vale nada... Un buen matrimonio, si hay alguno, rehusa la compañía y la condición del amor» (libro III, capítulo V). Dice también (libro I, capítulo XXX): «Los mismos placeres {461} que gozan con sus mujeres son reprobables si no se observa moderación en ellos; hay motivos para desfallecer ante la licencia y los excesos como algo ilegítimo. Esas pujas desvergonzadas que el primer ardor nos sugiere en este juego, no solo son indecentes, sino perjudicialmente empleadas con respecto a nuestras mujeres. Que aprendan la impudicia, al menos, de otra manera. Siempre están demasiado despiertas para nuestra necesidad... El matrimonio es una unión religiosa y devota: he ahí por qué el placer que se obtiene debe ser un placer contenido, grave y mezclado con cierta severidad; debe ser una voluptuosidad matizada de prudencia y consciencia.



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